Querido mortal, sígueme...

12 de abril de 2013

Un café para toda la vida, por favor.

Un día escribió que no sabia si enamorarse o si tomarse un café,
 puesto que quería sentir algo en el estómago, 
pero solamente de alguien que mereciera la pena y la alegría también.


Indecisa y con el corazón aturdido, la acompañó el olvido.
Pasaron las horas, los días y los meses,
los segundos se le escaparon de las manos.
 Tenía un caos mental que cada vez la estaba perdiendo más y más.
Con el tiempo se fue curando y sus cicatrices fueron sanando.
Cuando realmente estaba recuperada, comenzó a confiar 
y descubrió uno de los pocos corazones de verdad, que deberían de quedar.
Entonces fue cuando sus palabras, sin saber cómo, la enamoraron.
    Al principio no se hablaban, pero adivinaban lo que sentía el otro descifrando sus esquivas miradas, ella sentía esas punzadas que la quitaban y daban vida a la vez.
Pero en verdad la encantaban.
No se atrevían a mirarse, pero finalmente sus miradas se cruzaron.
Realmente no sabe que fue, si suerte o destino, si azar o atino.
Pero finalmente decidió tomarse un café con él.

Ella arriesgó y ganó, ella dijo:

-Un café para toda la vida, por favor.
 Un café para dos.

Solo espera que el café no la termine sabiendo amargo.

                                                   Sandra